La envidia es mala, muy mala.
Y de eso va nuestro cuento de hoy, uno de mis favoritos, de la envidia que la Madrastra sentía por Blancanieves, al haberle arrebatado su puesto como la mas hermosa del Reino.
Muchas veces tendemos a fijarnos en las demás personas, lo que tienen o cómo son, sin pararnos a pensar en lo que nosotros mismos somos y valorar más lo nuestro.
¿Porqué nos fijamos en lo que no tenemos en lugar de dar gracias por lo que tenemos? Estoy convencida de que si lo hiciéramos así seríamos mucho más felices. Y es que, como decimos al final de este cuento, la autentica belleza está en los ojos de las personas que nos quieren.
Os dejo con Blancanieves
Sobre Blancanieves se hicieron cuentos y películas, se hablaron y contaron muchas cosas, pero falta una, la verdad. Y nosotras queremos que os enteréis, punto por punto, nunca mejor dicho.
La envidia es mala y la bruja de esta historia, más todavía. Ella quería ser la más bella del reino, y lo era, hasta que un día dejó de serlo. Entonces decidió tomarse la justicia por su mano.
Fue a ver a Blancanieves, ciega de celos y de rabia. Y comprobó con sus propios ojos, que el espejo no mentía, que era realmente hermosa. Así que decidió enterrar la verdad ofreciéndole una manzana envenenada…
La niña cogió la manzana sin saber que en aquella pieza de fruta arrancada del árbol, estaba la semilla de la envidia. La bruja se comía con la mirada a Blancanieves, que dio un mordisco y…
Cuando iba a tragar la manzana, se acordó de lo que le decía su madre de no aceptar regalos de desconocidos, y aprovechó un despiste de la bruja para escupir el trozo de manzana que tenía en el boca. Sabía que escupir era de mala educación, pero había excepciones y esta era una de ellas.
Pensó que si la bruja la creía muerta se irán por donde había venido y la dejaría tranquila. Y se hizo la dormida, igual que cuando leía por la noche y escuchaba que su madre se acercaba a la habitación.
La bruja se marchó con sus manzanas, pensando que volvía a ser la más hermosa del reino. Y tenemos que reconocer que en ese lugar no había nadie como ella, pero de malvada no de hermosa.
No hace falta el beso de un príncipe para terminar el cuento, tampoco comer perdices cuando se es feliz. La autentica belleza no está en el espejo, sino en los ojos de las personas que nos quieren.